jueves, 16 de agosto de 2012

¿Por qué envejecemos?


Hasta el siglo XIX no hallamos ninguna Orientación científica sobre el envejecimiento y el rejuvenecimiento. El primero de ellos es trabajo de un distinguido científico ruso, Ilia Metchnikoff, que planteó tanto una teoría como un procedimiento para prevenir el envejecimiento y alcanzar una revitalización. Ilia Metchnikoff, ruso ciudadano en Paris, era ya una representación científica de reconocida reputación. Era biólogo, y había descubierto el fenómeno de la fagocitosis, por el que había recibido el Premio Nobel. 

Cuando inició su envejecimiento, consagró su esmero al mecanismo del envejecimiento y, con mente de biólogo, consideró descubrir su trama. Investigando antecedentes, conoció el hecho de que en Bulgaria había un número de longevos superior a lo normal en zonas donde tomaban usualmente leche fermentada, que llamaban yogur. Al estudiar este alimento evidenció que tenía numerosas bacterias vivas de un tipo muy semejante a los gérmenes saprófitas del intestino, el lactobacilus, y que, por tanto, su ingestión normalizaba la flora intestinal, impidiendo la autointoxicación, causa del envejecimiento.

PROCESO DE ENVEJECIMIENTO
         
Sin embargo, más tarde los estudios sobre longevidad y envejecimiento se encaminaron desde un punto de vista muy distinto, por obra de otra personalidad de gran prestigio profesional, el francés Brown-Sequard. Nacido en 1817, había sido profesor e investigador en fisiología, acentuando sus estudios sobre el sistema nervioso y el papel biológico de las glándulas suprarrenales. A los setenta años, Brown-Sequard estaba muy turbado por su envejecimiento, vigilando periódicamente sus constantes vitales, entre ellas la fuerza muscular mediante un dinamómetro. Brown-quard partió de la teoría, antes indicada, de que el decaimiento sexual era el inicio del decaimiento orgánico general, y que si se alteraba el primero, se obtendría un rejuvenecimiento corporal. Para ello arregló un extracto de testículos de cobaya que se fue inyectando subcutáneamente. A la tercera inyección se sintió considerablemente rejuvenecido; como él mismo contó, subió las escaleras de su laboratorio de dos en dos, y comprobó el aumento de su fuerza muscular con su inseparable dinamómetro. 

Pocos días después de completado el tratamiento, el 1 de junio de 1889, presentó su descubrimiento en una sesión de la “Societé de Biologie de Paris”. Su declaración originó grande interés, pues fue mezcla de exposición científica y de narración periodística, ya que en su manifestación de rejuvenecimiento circunscribió que tras las inyecciones había logrado "visitar" (fina forma de manifestación) a su joven esposa.
        
Las reacciones a la declaración de Brown- equard fueron de muy diverso signo; desde los
partidarios, que incluso plantearon una suscripción pública para crearle un “Instituto de Rejuvenecimiento”, hasta los detractores de todo tipo, científicos o periodistas sensacionalistas. Sin embargo, la polémica Brown-Sequard dejó de tener interés al aparecer otra técnica de tratamiento del envejecimiento: la cirugía. Y el protagonista fue un cirujano ruso, afincado en Francia: Serge Voronoff. Serge Voronoff, de origen ruso, había tenido una vida realmente bohemia; entre otras actividades, fue médico personal de Abbas II, jedive de Egipto; entre sus funciones estaba el cuidado médico de los eunucos que protegían los harenes. 

Voronoff probó que la supresión de los testículos producía una decrepitud física en todo parecido al cuadro del envejecimiento.
         
De vuelta a Francia, quiso poner en práctica sus ideas, pero el problema esencial era disponer de un donante humano. Tras numerosos intentos (y recalcaba que sólo pedía un testículo) se persuadió del impedimento de su obtención regular, y decidió utilizar testículos provenientes del animal “más cercano al hombre”: los monos antropoides. De este modo, el 13 de junio de 1920 efectuó el primer transplante testicular del mono al hombre, y, con un montaje publicitario espectacular, durante los dos años siguientes realizó 162 operaciones de transplante testicular. 

Pero un incidente no controlado marcó el fin del sistema: los monos africanos de las últimas remesas, según se demostró posteriormente, estaban infectados de sífilis, con lo que se transmitió la enfermedad al receptor, en un momento en que no había tratamientos eficaces para controlar esta enfermedad. 

Este  hecho supuso, no sólo el descrédito del método de Voronoff, sino el descrédito general de todo el que hablara de tratamientos antienvejecimiento.
         
Alrededor de la segunda mitad del siglo XX, surge en el ámbito mundial la Sexología Gnóstica, y el V. M. Samael Aun Weor, irrumpe en estos estudios y presenta a la humanidad una gran clave para el rejuvenecimiento: “CONEXIÓN DEL LINGAM-YONI (el Lingam es el Phalo u órgano sexual masculino; el Yoni es el Útero u órgano sexual de la mujer) SIN LA EYACULACIÓN DEL ENS SEMINIS”.
         
Ciertas Sociedades Médicas como la Oneida, en los Estados Unidos y médicos como el doctor alemán, Arnold Krumm Heller, estudiaron esta clave y en los estudios clínicos de los que la practicaron se logró observar la seminazación total del cerebro, la fortificación de la potencialidad sexual, el aumento de las hormonas en la sangre, la mejora completa del
organismo, y muchas enfermedades desaparecieron.
         
El V. M. Samael Aun Weor, dice: “… Pero lo más trascendental de esta clave consiste en que nunca llegan a degenerarse las glándulas sexuales. Cualquiera sabe muy bien que cuando las glándulas sexuales se degeneran, se degeneran también las glándulas cerebrales y se degeneran todas las glándulas de secreción interna; todo el sistema nervioso líquido pasa por procesos de degeneración entonces viene la decrepitud y la vejez. 

¿Por qué existe la vejez? Sencillamente, porque las glándulas sexuales entran en decrepitud; al entrar en decrepitud entran en decrepitud todas las glándulas endocrinas y entonces se procesa la cuestión de la vejez. Pero si se practicara el sistema que permitiera que las glándulas sexuales no se degeneraran, no entrarían en decrepitud; podría conservarse el sistema líquido en perfecta actividad, y entonces no habría decrepitud, ni vejez”.
         
Luego entonces, con la clave sexual antes citada, o sea, sin la eyaculación del “Ens Seminis” es posible conservar las glándulas sexuales durante toda la vida; esto significa que un varón que practicara tal sistema llegaría a la edad de noventa y cien años con la capacidad de copular y gozaría libremente de las delicias sexuales que es algo legítimo del ser humano, que no es un pecado, que no es un tabú, que no debe ser un motivo de vergüenza… Con esta clave el Esperma se convierte en Energía. Con esta clave podemos copular y copular y copular sin debilitarnos jamás… Y además, y esto es posiblemente lo más importante, se cumple con el mandamiento: “NO FORNICAR”.

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