jueves, 23 de agosto de 2012

El Matrimonio Gnóstico Cristiano: "una sola carne".

LA CRUDA REALIDAD 


No entrará en la congregación de Jehová el que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro viril". (Deuteronomio, 23: 1).
         
“El Evangelio Gnóstico de Felipe”, encontrado en Nag Hammadi, se fundamenta exclusivamente en el "Sacramento de la Cámara Nupcial", en las bodas, ésto es, en la unión sexual legítima entre hombre y mujer en el "Matrimonio y lecho sin mancilla"

El Matrimonio de hombre y mujer es la Piedra base del cristianismo primitivo, y en esta Ley Divina no sólo entra todo aquel  que anhela ser cristiano auténtico, sino todo el que quiere entrar a Sacerdote, Obispo, Diácono. Por eso es que las Sagradas Escrituras Bíblicas condenan la prohibición del Matrimonio  de estos últimos así:  

"Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, por la hipocresía, de mentirosos que, teniendo cauterizada la Conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad" (1Timoteo, 4: 1- 3).
         
Obsérvese que a estos versículos se refieren a "Doctrinas" que prohibirán el matrimonio "en los postreros tiempos", y como quiera que éstos han llegado y en  ellos estamos, la iglesia que prohíbe el Matrimonio y que por lo tanto es contemporánea con nosotros, está apostatando de la fe. Por eso se ha dicho: 

"Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad..." (1 Timoteo, 3: 1-5).
         
En "El Apócrifo Griego del Retorno al Pleroma" valiosísimo  documento cristiano, publicado  en 1979 por la "Volumnia Editrice, Perugia , Italia", dice:

"Capítulo V - 1. Por eso el Eón Krestos, emanación del Padre) el Baruc Jesús, el Divino Maestro de Amor, completó las enseñanzas de Hermes, aquellas de Pitágoras y
aquellas de Moisés, y amplió la Gnosis, admitiendo en ella a todos los hombres".
         
"Capítulo V - 24. Y enseñó que el hombre habiéndose separado en dos, el macho y la hembra, está lleno de tinieblas, mas cuando haga de sí una sola cosa, estará lleno de luz".
         
"Capítulo V - 25. Si los dos fuesen uno, él se transformaría en el Hijo del Hombre, y entonces dirá: ¡Montaña, muévete! y la montaña se moverá".
         
"Capítulo V - 26. En aquel tiempo Jesús, el Baruc, el Eón Salvador dijo además: Cuando hiciereis que los dos sean uno, e hiciereis  lo exterior como lo interior, y aquello que está arriba como aquello que está abajo, y hiciereis el macho y la hembra en uno solo, en modo que el macho no sea más sólo macho y  la hembra no sólo hembra, entonces volverá, a entrar en el Pleroma".
         
"Capítulo VI – 1. Y, además, el Eón Salvador enseñó que la obra material de la carne con la cual los ignorantes siembran hijos para los Arcontes, puede ser sacralizada en Santa "Hieramia" (de Hierático: Sagrado; y Gamia, casarse, esposa) y servir sapientemente al ascenso por las siete esferas según la Gnosis, reconstruyendo el "originario Andrógino perdido del Adán Kadmón con el descenso al mundo "Hilico" (Materia y forma).
        
 "Capítulo VI - 2. Regresando Eva en Adán, cesará para siempre la muerte que ellos merecieron para sí y para su progenie desde el momento de la separación".
         
Los párrafos anteriores demuestran e ilustran claramente para qué es el verdadero matrimonio.
         
La Antropología Gnóstica ha demostrado que en un principio, el ser humano era  Andrógino, era macho y hembra a la vez, y podía por sí mismo crear y multiplicarse por medio del Verbo. Este Andrógino tiene documentación en el Génesis,  cuando dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen,  a imagen de Dios lo creó: Macho y hembra los creó". Esto sucedió en "...la tarde y la mañana del día sexto".
         
Todavía no había aparecido Eva. Ella apareció después del séptimo día. Con lo cual se entiende que, el hombre macho y hembra  creado en el sexto día, fue creado antes de la aparición de Eva. En fin, el término "los creó" explica claramente que se trataba no de un sujeto Andrógino, sino más bien, de un conjunto de seres humanos con esta particularidad.
         
La formación de Eva, es la ilustración de la División de los Sexos. Con el correr de los tiempos fueron apareciendo individuos con características más masculinas que femeninas y viceversa, hasta que quedaron ambos sexos separados totalmente, el varón por un lado y la hembra por otro. Entonces se necesitó la unión de las "dos mitades" para hacer de ambas "una sola cosa", "una sola carne".
         
No obstante, en esta unión erótica-amorosa no se eyacula el Ens Seminis, sino que el Semen se sublima, se transmuta en Energía Creadora, con la intervención del Fuego de la fuerza erótica. De esta manera, el semen (cuya propiedad es la de crear) así transmutado, crea y multiplica el Reino Interior de la pareja Edénica. Las dos polaridades masculino-femeninas se conectan para crear la “Luz Interior” de la pareja edénica y dar origen al hijo del Hombre.
         
Derramar el licor seminal y embriagarse con el placer bestial que produce el orgasmo, está "prohibido" ya que ésto sería una descarga que produciría un cortocircuito en el universo psicológico de la pareja y la sumiría en tinieblas, rebajándola a la condición de simples mortales. Esto se alegorizó sabiamente con la "fruta prohibida" del "Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal".
         
Así que cuando el varón y la mujer se unen sexualmente pasan a formar "una sola carne" en las delicias del "Tálamo Nupcial", "haciendo del coito una forma de oración", como decía San Agustín.
         
En su obra, "El pecado original", Capítulo 35, San Agustín dice: "No se perdería la incolumidad, la virginidad del alma, por la violación del perturbador deseo, sino que más bien obedecería el libido,  al Imperium tranquillisimae caritates; sin dolor y sin sangre consumaría la virginidad desposada el acto sexual; como tampoco la parturienta sentiría dolor alguno".
         
En su otra obra, "La Ciudad de Dios", San Agustín manifiesta que la posibilidad del sometimiento del sexo y de los órganos  reproductores a la voluntad, en este acto sagrado, así:  “¿Por qué, no hemos de creer que los humanos pudieran antes de la caída en pecado, dominar los órganos sexuales lo mismo que los restantes miembros del cuerpo, a las cuales sirve el alma a través  del deseo sin molestia, ni excitación?".

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