domingo, 23 de septiembre de 2012

Si hubiera amor en los seres humanos…



“El ser humano se está alejando día por día, de los valores que le hacen ser feliz como la paz, la paciencia, la humildad, la alegría por el bien ajeno, la generosidad… Los estados interiores negativos nos hacen ser desdichados, realmente no hemos nacido para alimentarlos. 

 En años recientes muchos estudios apoyan la conclusión que el desarrollo de la compasión y el altruismo tiene un efecto positivo sobre nuestra salud física y emocional. En un conocido experimento, David Mc Clelland, psicólogo de la Universidad de Harvard, mostró a un grupo de estudiantes una película sobre la Madre Teresa de Calcuta trabajando entre los enfermos y los pobres de lugar. Los estudiantes declararon que la película había estimulado sus sentimientos de compasión. Más tarde, se analizó la saliva de los estudiantes y se descubrió un incremento en el nivel de inmunoglobulina A, un anticuerpo que ayuda a combatir las infecciones respiratorias”.

“En otro estudio realizado por James House en el Centro de Investigación de la Universidad de Michigan, los investigadores descubrieron que realizar trabajos de voluntariado con regularidad, interactuar con los demás en términos de benevolencia y compasión, aumentaba espectacularmente las expectativas de vida y, probablemente, también la vitalidad general. 

Muchos investigadores del nuevo campo de la medicina mente-cuerpo han realizado descubrimientos similares y concluido que los estados mentales positivos pueden mejorar nuestra salud física. Además de los efectos beneficiosos que tiene sobre la salud física, hay pruebas de que la compasión y el cuidado de los demás contribuyen a mantener una buena salud emocional. Abrirse para ayudar a los demás induce una sensación de felicidad y serenidad. 

En un estudio realizado a lo largo de treinta años con un grupo de graduados de Harvard, el investigador George Vaillant llegó a la conclusión de que un estilo de vida altruista constituye un componente básico de una buena salud mental”.

“En una encuesta de Alían Luks, realizada entre varios miles de personas que participaban regularmente en actividades de voluntariado, más del 90% declaró tener una sensación de “entusiasmo” asociado con la actividad, caracterizado por un incremento de energía y autoestima y una especie de euforia. El voluntariado no sólo proporcionaba una interacción que era emocionalmente nutritiva sino también esa “serenidad del que ayuda”, vinculada con el alivio de perturbaciones derivadas del estrés. Aunque las pruebas científicas apoyan claramente el valor de la compasión, no hay necesidad de acudir a experimentos y encuestas para confirmar la corrección de su punto de vista. Podemos descubrir los estrechos vínculos que existen entre compasión y felicidad en nuestras vidas y las vidas de quienes nos rodean”. 

“Al generar compasión, se empieza por reconocer que no se desea el sufrimiento y que se tiene el derecho a alcanzar la felicidad. Eso es algo que puede verificarse con facilidad. Se reconoce luego que las demás personas, como uno mismo, no desean sufrir y tienen derecho a alcanzar la felicidad. Eso se convierte en la base para empezar a generar compasión. Así pues, reflexionemos sobre la compasión. Empecemos por visualizar a una persona que está sufriendo, a alguien que se encuentra en una situación dolorosa, muy infortunada. Durante los tres primeros minutos cavilemos sobre el sufrimiento de ese individuo de forma analítica, en su intenso sufrimiento y lo infeliz de su existencia. Después tratemos de relacionarlo con nosotros mismos, pensando: “Este ser tiene la misma capacidad que yo para experimentar dolor, alegría, felicidad y sufrimiento”. A continuación, tratemos de que surja en nosotros un sentimiento natural de compasión hacia esa persona. Intentemos llegar a una conclusión, pensemos en lo fuerte que es nuestro anhelo que esa persona se vea libre de su sufrimiento. Tomemos la decisión de ayudarla a sentirse aliviada. Finalmente, concentrémonos en esa resolución y, durante los últimos minutos analicemos, tratemos de generar un estado de compasión y de amor en nuestra mente”.

Es necesario amar y ser amado, pero para desgracia del mundo las gentes ni aman ni son amadas. Eso que se llama amor es algo desconocido para las gentes y lo confunden fácilmente con la pasión y con el temor. Si las gentes pudieran amar y ser amadas, las guerras serían completamente imposibles sobre la faz de la tierra. Muchos matrimonios que podrían verdaderamente ser felices, desgraciadamente no lo son debido a los viejos resentimientos acumulados en la memoria. Si los cónyuges tuvieran generosidad, olvidarían el pasado doloroso y vivirían en plenitud, llenos de verdadera felicidad.

La mente mata al amor, lo destruye. Las experiencias, los viejos disgustos, los antiguos celos, todo esto acumulado en la memoria, destruye el amor. Muchas esposas resentidas podrían ser felices si tuvieran generosidad suficiente como para olvidar el pasado y vivir en el presente adorando al esposo. Muchos maridos podrían ser verdaderamente felices con sus esposas si tuvieran generosidad suficiente, como para perdonar viejos errores y echar al olvido rencillas y sinsabores acumulados en la memoria. Es necesario, es urgente que los matrimonios comprendan la honda significación del momento. Esposos y esposas deben sentirse siempre como recién casados, olvidando lo pasado y viviendo alegremente en el presente.

El amor y los resentimientos son sustancias atómicas incompatibles. En el amor no pueden existir resentimientos de ninguna especie. El amor es eterno perdón. Existe amor en aquellos que sienten angustia verdadera por los sufrimientos de sus amigos y enemigos. Existe amor verdadero en aquel que de todo corazón trabaja por el bienestar de los humildes, de los pobres, de los necesitados. Existe amor en aquel que de manera espontánea y natural siente simpatía por el campesino que riega el surco con su sudor, por el aldeano que sufre, por el mendigo que pide una moneda y por el humilde perro angustiado y enfermo que fallece de hambre a la vera del camino. Cuando de todo corazón ayudamos a alguien, cuando en forma natural y espontánea cuidamos el árbol y regamos las flores del jardín sin que nadie nos lo exija, hay auténtica generosidad, verdadera simpatía, verdadero amor.

Lamentablemente, para el mundo, las gentes no tienen verdadera generosidad. Las gentes sólo se preocupan por sus propios logros egoístas, anhelos, éxitos, conocimientos, experiencias, sufrimientos, placeres, etc. etc. En el mundo existen muchas personas, que sólo poseen falsa generosidad. Existe falsa generosidad en el político astuto, en el zorro electoral que derrocha dineros con el propósito egoísta de conseguir poder, prestigio, posición, riquezas, etc., etc. No debemos confundir gato con liebre. La verdadera generosidad es absolutamente desinteresada, pero fácilmente se puede confundir con la falsa generosidad egoísta de los zorros de la política, de los pillos capitalistas, de los sátiros que codician una mujer, etc. etc.

Debemos ser generosos de corazón. La generosidad verdadera no es de la Mente, la generosidad auténtica es el perfume del corazón. Si las gentes tuvieran generosidad olvidarían todos los resentimientos acumulados en la memoria, todas las experiencias dolorosas de los muchos ayeres, y aprenderían vivir de momento en momento, siempre felices, siempre generosos, llenos de verdadera sinceridad. Desgraciadamente, el “Yo” es memoria y vive en el pasado, quiere siempre volver al pasado. El pasado acaba con las gentes, destruye la felicidad, mata el amor.
La mente embotellada en el pasado jamás puede comprender en forma íntegra la honda significación del momento en que vivimos. 

Son muchas las gentes que nos escriben buscando consuelo, pidiendo un bálsamo precioso para sanar su adolorido corazón, mas son pocos aquellos que se ocupan por consolar al afligido. Son muchas las personas que nos escriben para relatarnos el estado miserable en que viven, pero son raros aquellos que parten el único pan que les ha de alimentar para compartirlo con los otros necesitados. No quieren las gentes entender que detrás de todo efecto existe una causa y que sólo alterando la causa modificamos el efecto.

El “Yo” es energía que ha vivido en nuestros antecesores y que ha originado ciertas causas pretéritas cuyos efectos presentes condicionan nuestra existencia. Necesitamos GENEROSIDAD para modificar causas y transformar efectos. Necesitamos Generosidad para dirigir sabiamente el barco de nuestra existencia. Necesitamos Generosidad para transformar radicalmente nuestra propia vida.

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