En cierta ocasión discutían un ateo materialista, enemigo del Eterno Dios Viviente, y un hombre religioso. Discutían sobre el tema aquel de ¿quién fue primero, el huevo o la gallina? El uno decía: Fue el huevo; y el otro, la gallina; entonces: ¿quién puso el huevo? Pues, la gallina: El otro: ¿Y de dónde salió la gallina? Pues, del huevo. Y este es el cuento de nunca acabar. Al fin, un poco impaciente el religioso dijo: ¿Usted podría hacer un huevo como lo hizo Dios? El materialista hizo un huevo igualito al de una gallina: Su yema, su clara y su cascarón. Viendo ésto, el religioso habló: Ya que usted hizo un huevo maravilloso, va a dar un pollito. Entonces coloquemos el huevo en una incubadora para que salga. ¡Aceptado! dijo el materialista y pusieron el huevo en la incubadora, pero el pollito no salió...
El sabio mexicano, Don Alfonso Herrera, autor de la Plasmogenia, logró crear la célula, pero una célula muerta que nuca tuvo vida. Se hacen injertos: a una rama se le injerta otra de un vegetal dizque para mejorar los frutos, queriendo los sabihondos corregir la naturaleza. Lo que hacen son adefesios. Los injertos no llevan la misma fuerza natural viviente del Megalocosmos. Los frutos adulterados ingeridos vienen a dañar el cuerpo humano desde el punto de vista energético. Sin embargo, los sabios se sienten satisfechos con sus experimentos. No entienden que cada árbol capta energía, la transforma y retransmite a los frutos. Al alterar el árbol se alteran las energías del Megalocosmos y ya ese fruto no es lo mismo, es producto de un adulterio que va a dañar los organismos. Empero, los científicos, materialistas creen que saben, cuando en realidad de verdad no saben. No solo ignoran, sino que es peor, ignoran que ignoran.
Se hacen inseminaciones artificiales, se extraen de un organismo las células vivificantes, el famoso zoospermo, y ya por eso piensan los sabios que están creando vida. No se dan cuenta que sólo están utilizando lo que la naturaleza ya ha hecho. Pongamos sobre el tapete del laboratorio los elementos químicos que se necesitan para fabricar un zoospermo y un óvulo. Digámosles a los científicos que hagan el óvulo y el zoospermo. ¿Lo harían? Nosotros decimos que sí. Pero, ¿tendrían vida? ¿Podría acaso salir de allí una criatura viviente? Nunca, porque ellos no pueden crear vida. Entonces, ¿Con qué pruebas niegan las inteligencias superiores o creadoras, si no son capaces ni siquiera de crear la semilla de un árbol, una semilla que pueda germinar? ¿Cuál es la base que tienen los materialistas para negar a las inteligencias creadoras? ¿Por qué se pronuncian contra el Eterno? ¿Ha podido algún científico materialista crear la vida? ¿Cuándo?
Jugar con lo que la naturaleza ya de hecho es cosa fácil, como por ejemplo, dividir una ameba en dos, separar sus partes en una mesa de laboratorio, unirla con otro pedazo de micro-organismo y decir: ¡Eureka! Estamos creando vida. Pero no son capaces de crear una ameba; porque hacer vida es diferente. Ningún científico materialista puede hacerla. ¿Dónde está la ciencia de estos señores materialistas? ¿Cuándo han demostrado ellos que pueden reemplazar a la Divinidad? Lo que es peor, ignoran que ignoran. Los hechos son los que cuentan y hasta ahora no lo han demostrado.
Pero en el fondo de toda esta cuestión y de tanta teoría mecanicista y evolucionista, la ciencia materialista tiene el afán de combatir todo lo que tenga sabor a espiritualidad. Esta clase de ciencia busca siempre un sistema, alguna hipótesis que satisfaga la mente y el corazón, para demoler las Sagradas Escrituras. Y es precisamente por reacción contra las Enseñanzas de los Libros Sagrados, el origen viviente de los Darwin, de los Haeckel, de los Huxley y demás secuaces. Pero deberían ser sinceros los señores materialistas en manifestar su insatisfacción contra todo concepto espiritual, porque no está bien que por simple reacción se de origen a tantas hipótesis y teorías desprovistas de cualquier basamento serio...
Los Señores materialistas toman la senda del facilismo, pues, es muy fácil lanzar una hipótesis y luego aseverar en forma dogmática que es la verdad y nada más que la verdad. Sin embargo, ¿no son ellos acaso los que dicen que sólo creen en lo que ven y que no aceptan nada que no hayan visto? Entonces, ¿por qué creen en sus figuraciones si nunca las han visto? ¡Qué contradicción tan terrible! La ciencia materialista está llena de innumerables sofismas, de absurdas contradicciones, de hechos que jamás has visto, de supersticiones absurdas; en realidad los materialistas no son matemáticos en la investigación ni exigentes en la expresión; gustan mucho de sus fantasías; no poseen actos, hechos concretos y definitivos.
A medida que ahondamos en el estudio de la ciencia materialista, vemos y encontramos muchísimas fallas. Por eso invitamos a nuestros lectores a reflexionar profundamente en todas estas cosas. Si los materialistas, en vez de asumir una posición de ataque contra cualquier doctrina espiritual, hubiesen pasado por un previo análisis reflexivo, nunca se hubieran atrevido a lanzar sus hipótesis anti-científicas. Bien sabemos que todas esas enseñanzas espirituales de los miles de libros religiosos, que tanto molesta a los señores materialistas, no son más que simbólicas, alegóricas, y jamás deberían aceptarlas en forma literal. Así, pues, es muy vergonzoso que los señores materialistas por refutar algo que ni siquiera conocen, lancen sus nefastas y deleznables hipótesis que no tienen bases sólidas.
Son millares los términos que ha inventado la ciencia materialista para rotular fenómenos, mas nada saben los pseudo sapientes sobre la realidad de aquellos. Los señores materialista no sólo ven en los fenómenos el reflejo de sus propios conceptos, sino además y lo que es peor, quieren en forma dictatorial hacer que los fenómenos resultan exactos y absolutamente iguales a todos esos conceptos que se llevan en el intelecto. ¿Por qué los científicos materiales presumen de omnisciente? ¿Por qué se alucinan los señores materialistas creyendo que las substancias y fenómenos son como ellos creen que son? ¿Por qué quieren que la naturaleza sea una réplica perfecta de todas sus teorías, conceptos, opiniones, dogmas, preconceptos, prejuicios? Estos señores, sentados sobre sus solios pontificios, incuestionablemente miran con desdén, tal vez con ira y posiblemente hasta con un poco de piedad, la Ciencia Pura de un Pablo de Tarso, de un Burda Gautama, de un Krishna, de un Jesús de Nazareth, de un Hermes Trismegisto, etc.; desgraciadamente, esto que aquí afirmemos no conmoverá a los alucinados de la jerga científica...
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