“El ser humano se está alejando día por día, de los valores que le
hacen ser feliz como la paz, la paciencia, la humildad, la alegría por
el bien ajeno, la generosidad… Los estados interiores negativos nos hacen ser desdichados, realmente no hemos nacido para alimentarlos.
En años recientes muchos estudios apoyan la conclusión que el
desarrollo de la compasión y el altruismo tiene un efecto positivo sobre
nuestra salud física y emocional. En un conocido experimento, David Mc
Clelland, psicólogo de la Universidad de Harvard, mostró a un grupo de
estudiantes una película sobre la Madre Teresa de Calcuta trabajando
entre los enfermos y los pobres de lugar. Los estudiantes declararon que
la película había estimulado sus sentimientos de compasión. Más tarde,
se analizó la saliva de los estudiantes y se descubrió un incremento en
el nivel de inmunoglobulina A, un anticuerpo que ayuda a combatir las
infecciones respiratorias”.
“En otro estudio realizado por
James House en el Centro de Investigación de la Universidad de Michigan,
los investigadores descubrieron que realizar trabajos de voluntariado
con regularidad, interactuar con los demás en términos de benevolencia y
compasión, aumentaba espectacularmente las expectativas de vida y,
probablemente, también la vitalidad general.
Muchos investigadores del
nuevo campo de la medicina mente-cuerpo han realizado descubrimientos
similares y concluido que los estados mentales positivos pueden mejorar
nuestra salud física. Además de los efectos beneficiosos que tiene sobre
la salud física, hay pruebas de que la compasión y el cuidado de los
demás contribuyen a mantener una buena salud emocional. Abrirse para
ayudar a los demás induce una sensación de felicidad y serenidad.
En un
estudio realizado a lo largo de treinta años con un grupo de graduados
de Harvard, el investigador George Vaillant llegó a la conclusión de que
un estilo de vida altruista constituye un componente básico de una
buena salud mental”.
“En una encuesta de Alían Luks,
realizada entre varios miles de personas que participaban regularmente
en actividades de voluntariado, más del 90% declaró tener una sensación
de “entusiasmo” asociado con la actividad, caracterizado por un
incremento de energía y autoestima y una especie de euforia. El
voluntariado no sólo proporcionaba una interacción que era
emocionalmente nutritiva sino también esa “serenidad del que ayuda”,
vinculada con el alivio de perturbaciones derivadas del estrés. Aunque
las pruebas científicas apoyan claramente el valor de la compasión, no
hay necesidad de acudir a experimentos y encuestas para confirmar la
corrección de su punto de vista. Podemos descubrir los estrechos
vínculos que existen entre compasión y felicidad en nuestras vidas y las
vidas de quienes nos rodean”.
“Al generar compasión, se
empieza por reconocer que no se desea el sufrimiento y que se tiene el
derecho a alcanzar la felicidad. Eso es algo que puede verificarse con
facilidad. Se reconoce luego que las demás personas, como uno mismo, no
desean sufrir y tienen derecho a alcanzar la felicidad. Eso se convierte
en la base para empezar a generar compasión. Así pues, reflexionemos
sobre la compasión. Empecemos por visualizar a una persona que está
sufriendo, a alguien que se encuentra en una situación dolorosa, muy
infortunada. Durante los tres primeros minutos cavilemos sobre el
sufrimiento de ese individuo de forma analítica, en su intenso
sufrimiento y lo infeliz de su existencia. Después tratemos de
relacionarlo con nosotros mismos, pensando: “Este ser tiene la misma
capacidad que yo para experimentar dolor, alegría, felicidad y
sufrimiento”. A continuación, tratemos de que surja en nosotros un
sentimiento natural de compasión hacia esa persona. Intentemos llegar a
una conclusión, pensemos en lo fuerte que es nuestro anhelo que esa
persona se vea libre de su sufrimiento. Tomemos la decisión de ayudarla a
sentirse aliviada. Finalmente, concentrémonos en esa resolución y,
durante los últimos minutos analicemos, tratemos de generar un estado de
compasión y de amor en nuestra mente”.
Es necesario amar y
ser amado, pero para desgracia del mundo las gentes ni aman ni son
amadas. Eso que se llama amor es algo desconocido para las gentes y lo
confunden fácilmente con la pasión y con el temor. Si las gentes
pudieran amar y ser amadas, las guerras serían completamente imposibles
sobre la faz de la tierra. Muchos matrimonios que podrían verdaderamente
ser felices, desgraciadamente no lo son debido a los viejos
resentimientos acumulados en la memoria. Si los cónyuges tuvieran
generosidad, olvidarían el pasado doloroso y vivirían en plenitud,
llenos de verdadera felicidad.
La mente mata al amor, lo
destruye. Las experiencias, los viejos disgustos, los antiguos celos,
todo esto acumulado en la memoria, destruye el amor. Muchas esposas
resentidas podrían ser felices si tuvieran generosidad suficiente como
para olvidar el pasado y vivir en el presente adorando al esposo. Muchos
maridos podrían ser verdaderamente felices con sus esposas si tuvieran
generosidad suficiente, como para perdonar viejos errores y echar al
olvido rencillas y sinsabores acumulados en la memoria. Es necesario, es
urgente que los matrimonios comprendan la honda significación del
momento. Esposos y esposas deben sentirse siempre como recién casados,
olvidando lo pasado y viviendo alegremente en el presente.
El amor y los resentimientos son sustancias atómicas incompatibles. En
el amor no pueden existir resentimientos de ninguna especie. El amor es
eterno perdón. Existe amor en aquellos que sienten angustia verdadera
por los sufrimientos de sus amigos y enemigos. Existe amor verdadero en
aquel que de todo corazón trabaja por el bienestar de los humildes, de
los pobres, de los necesitados. Existe amor en aquel que de manera
espontánea y natural siente simpatía por el campesino que riega el surco
con su sudor, por el aldeano que sufre, por el mendigo que pide una
moneda y por el humilde perro angustiado y enfermo que fallece de hambre
a la vera del camino. Cuando de todo corazón ayudamos a alguien, cuando
en forma natural y espontánea cuidamos el árbol y regamos las flores
del jardín sin que nadie nos lo exija, hay auténtica generosidad,
verdadera simpatía, verdadero amor.
Lamentablemente, para
el mundo, las gentes no tienen verdadera generosidad. Las gentes sólo se
preocupan por sus propios logros egoístas, anhelos, éxitos,
conocimientos, experiencias, sufrimientos, placeres, etc. etc. En el
mundo existen muchas personas, que sólo poseen falsa generosidad. Existe
falsa generosidad en el político astuto, en el zorro electoral que
derrocha dineros con el propósito egoísta de conseguir poder, prestigio,
posición, riquezas, etc., etc. No debemos confundir gato con liebre. La
verdadera generosidad es absolutamente desinteresada, pero fácilmente
se puede confundir con la falsa generosidad egoísta de los zorros de la
política, de los pillos capitalistas, de los sátiros que codician una
mujer, etc. etc.
Debemos ser generosos de corazón. La
generosidad verdadera no es de la Mente, la generosidad auténtica es el
perfume del corazón. Si las gentes tuvieran generosidad olvidarían todos
los resentimientos acumulados en la memoria, todas las experiencias
dolorosas de los muchos ayeres, y aprenderían vivir de momento en
momento, siempre felices, siempre generosos, llenos de verdadera
sinceridad. Desgraciadamente, el “Yo” es memoria y vive en el pasado,
quiere siempre volver al pasado. El pasado acaba con las gentes,
destruye la felicidad, mata el amor.
La mente embotellada
en el pasado jamás puede comprender en forma íntegra la honda
significación del momento en que vivimos.
Son muchas las gentes que nos
escriben buscando consuelo, pidiendo un bálsamo precioso para sanar su
adolorido corazón, mas son pocos aquellos que se ocupan por consolar al
afligido. Son muchas las personas que nos escriben para relatarnos el
estado miserable en que viven, pero son raros aquellos que parten el
único pan que les ha de alimentar para compartirlo con los otros
necesitados. No quieren las gentes entender que detrás de todo efecto
existe una causa y que sólo alterando la causa modificamos el efecto.
El “Yo” es energía que ha vivido en nuestros antecesores y que
ha originado ciertas causas pretéritas cuyos efectos presentes
condicionan nuestra existencia. Necesitamos GENEROSIDAD para modificar
causas y transformar efectos. Necesitamos Generosidad para dirigir
sabiamente el barco de nuestra existencia. Necesitamos Generosidad para
transformar radicalmente nuestra propia vida.