domingo, 22 de junio de 2014

CÓMO ELEGIR A NUESTRA PAREJA PARA SER FELICES Y REGRESAR A LA MADRE Y AL PADRE CELESTIAL


Un día cualquiera, no importa cuál, un varón llegó a un banco. Necesitaba cambiar algunos cheques. Una cajera muy amablemente lo atendió. Mas con gran asombro vio que aquella dama le miraba de arriba abajo, detenidamente, estudiaba sus meras apariencias físicas. Volvió una segunda vez y halló la misma repetición; y una tercera, la misma repetición, con una extraña coquetería; pero, ¿qué miraba de él? ¿Acaso observaba sus estados psicológicos? ¿O la parte anímica o espiritual? ¿O qué? Pues, nada de eso. Trataba de ver las apariencias de un rostro, de un cuerpo humano masculino, con el propósito de elegirlo más tarde como posible marido, o por lo menos, pretendiente.
         
¿Es ésta la forma de elegir un cónyuge? Claro que no. Todo esto es absurdo en un ciento por ciento, y no puede menos que sentirse un extraño dolor por aquella dama y por todas aquellas personas que aspiran a tener un cónyuge y sólo se preocupan por elegir un rostro, la forma del cuerpo: alto, bajo, gordo, flaco, si es bien parecido; pero nada, absolutamente nada, les interesa la cuestión psicológica. Todo esto es tan absurdo como ver un mueble, y mirar si éste es bonito o feo, o si sirve para la cocina o para la sala. Una pauta eficaz para elegir a un cónyuge es cuidarnos de hacerlo por mera apariencia, o en el caso de muchas damas, casarse por no "quedarse solteronas", porque todo esto es un exabrupto. Ver una persona y hacer de ella un ideal sin sentirlo, psicológicamente de verdad, es algo incongruente. Algunas personas se orientan, para elegir el cónyuge, muy especialmente por el artificio, por la apariencia o por el esplendor económico de tal o cual persona. Tratan de conversar con la otra persona en alguna forma, de hacerse simpática ante la misma, de conocer sus diversos aspectos para acomodarse artificiosamente a su forma de ser o vivir, etc., y todo esto, tarde o temprano nos lleva al fracaso. Este no es el camino para elegir un cónyuge y marchar con él por la senda de la felicidad conyugal.
         
Ostensiblemente, los jóvenes solteros de ambos sexos siempre se preocupan en hallar un cónyuge, el compañero ideal para toda la vida, encontrar en esa persona un vínculo perdurable; por lo que elegir una pareja debe ser el paso más serio que debemos dar en nuestra vida, cuestión que, desafortunadamente, muchos toman a la ligera, sin caer en cuenta que tal decisión ejerce tan grande influencia, que de ella depende que seamos felices o desdichados. A fin de encontrar la senda de la felicidad matrimonial es vital que ésta se encamine por el verdadero amor. En el verdadero amor hay espontaneidad absoluta, no existe artificio de ninguna especie, reconoce la persona de inmediato al ser que adora. En el verdadero amor no se necesitan palabras superfluas, ni luchas por acomodarse a la forma de pensar y sentir de la otra  persona. En el  verdadero amor sabemos si la persona que hemos elegido como cónyuge nos pertenece o no, si es nuestra pareja o no; cuando una persona aspira a tal o cual otra, cuando la pretende en alguna forma, obviamente esta sabe si hay algún rasgo en la que se elige que no concuerda con su naturalidad, con la personalidad de la otra, con su psiquis, con sus procesos psicológicos particulares.  Ahora bien, mire esto: Si usted dice amar a una persona, pero nota en ella que en modo alguno no se acomoda a su psiquis es porque tal persona no le corresponde y una unión de tal clase, va al fracaso. Si usted no tiene en cuenta  esta fórmula sencillísima se va a lamentar de no haber prestado atención a esa ley que hace que dos seres que se aman se encuentren. Si uno no cumple con esa ley lo más seguro es que nos encontremos más tarde atrapados en una relación sin amor, con unos hijos a los que nos resulta difícil cuidar y con un cónyuge completamente diferente a nuestra estructura  psíquica.  Es lamentable que todo esto nos ocurra porque no nos hemos fijado en el problema de elegir un cónyuge; y lo único que viene a resaltar de tal desatino o proceder, fruto muchas veces de la impaciencia, y generalmente de la pasión (no confundirse con el amor), no es otra cosa sino el dolor. Si enfocamos el problema matrimonial de una manera equivocada, el resultado se llama dolor, es cometer un error imperdonable.
         
En el antiguo sistema de educación Náhuatl encontramos un texto donde el padre, en presencia de la madre daba a conocer a la niña a sus siete años de edad, todo lo concerniente a su cultura, y ya al final del discurso se refería al tema sexual; y la verdadera razón por la cual insisten acerca de este punto, es porque nuestros antepasados Mesoamericanos, le atribuían una gran importancia al sexo, sabían bien que utilizando el sexo a su debido tiempo y a través de la Suprasexualidad, encontrarían en él, la verdadera felicidad. El texto al final dice en algunos apartes lo siguiente:
         
"Sólo me queda otra cosa, con la que daré fin a mis palabras... Si por algún tiempo sigues la vida de este mundo, no entregues en vano tu cuerpo... No te entregues a cualquiera, porque si nada mas así dejas de ser virgen,... te pierdes, porque ya nunca irás bajo el amparo de alguien que de verdad te quiera".
           "Siempre te  convertirás en tu miseria, en tu angustia. Ya no podrás vivir en calma, ni en paz. Tu marido siempre tendrá sospechas de ti".
         "... Si vives aquí en la tierra, que no te conozcan dos hombres. Y esto guárdalo muy bien, consérvalo todo el tiempo que vivieres".
         "...No te atrevas con tu marido. No pases en vano por encima de él, o como se dice, no le seas adúltera".
         "Si eres vista, si se sabe esto, irás a dar por los caminos, serás arrastrada por ellos, te quebrarán la cabeza con piedras, te la harán papilla. Se dice que probará piedra, que serás arrastrada".
         "Se tendrá espanto de ti. A nuestros antepasados, a los Señores a quienes debes el haber nacido, les creará mala fama, mal renombre... los harás objeto de mofa".
         "Ya no serás ejemplo. De ti se dirá, de ti se hará hablilla, serás llamada: "la hundida en el polvo"; y aunque no te vea nadie, aunque no te vea tu marido, mira,  te ve el Dueño del cerca y del junto".
         "Así pues, mi niña, mi muchachita, niñita, pequeñita, vive en calma y en paz sobre la tierra, el tiempo que aquí habrás de vivir. No infames, no seas baldón de los Señores, quienes gracias a ellos has venido a esta vida. Y en cuanto a nosotros, que por tu medio tengamos renombre, que seamos glorificados. Y tú llega a ser feliz, mi niña, mi muchachita, pequeñita. Acerca al Señor nuestro, el Dueño del cerca y del junto" (Códice Florentino).


        
Como podemos apreciar en este Códice Náhuatl, toda persona, especialmente las damas, nunca deben precipitarse para elegir la pareja; deben saber siempre aguardar a que esa energía creadora (llámese Espíritu Santo, Jehová, etc.), que fluye y palpita en todo lo creado, que es inteligente, sabia, le traiga su varón ¿Acaso no fue el señor Jehová quien le escogió a Adán su esposa?


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