Ostensiblemente, los jóvenes solteros de ambos sexos siempre se preocupan en hallar un cónyuge, el compañero ideal para toda la vida, encontrar con esa persona un vínculo perdurable; por lo que elegir una pareja debe ser el paso más serio que debemos dar en nuestra vida, cuestión que, des afortunadamente, muchos toman a la ligera, sin caer en cuenta que tal decisión ejerce tan grande influencia, que de ella depende que seamos felices o desdichados.
A fin de encontrar la senda de la felicidad matrimonial es vital que ésta se encamine por el verdadero amor. En el verdadero amor hay espontaneidad absoluta, no existe artificio de ninguna especie, reconoce la persona de inmediato al ser que adora.
En el verdadero amor no se necesitan palabras superfluas, ni luchas por acomodarse a la forma de pensar y sentir de la otra persona. En el verdadero amor sabemos si la persona que hemos elegido como cónyuge nos pertenece o no, si es nuestra pareja o no; cuando una persona aspira a tal o cual otra, cuando la pretende en alguna forma, obviamente ésta sabe si hay algún rasgo en la que se elige que no concuerda con su naturalidad, con la personalidad de la otra, con su psiquis, con sus procesos psicológicos particulares.
Ahora bien, mire esto: Si usted, joven, dice amar a una persona, pero nota en ella que en modo alguno no se acomoda a su psiquis es porque tal persona no le corresponde y una unión de tal clase, va al fracaso. Si usted, joven, no tiene en cuenta esta fórmula sencillísima se va a lamentar de no haber prestado atención a esa Ley que hace que dos seres que se aman se encuentren.
Si uno no cumple con esa Ley lo más seguro es que
nos encontremos más tarde atrapados en una relación sin amor, con unos hijos a los que nos resulta difícil cuidar y con un cónyuge completamente diferente a nuestra estructura psíquica.
Es lamentable que todo esto ocurra a los jóvenes, por no fijarse en el problema de elegir a su cónyuge; y lo único que viene a resaltar de tal desatino o proceder, fruto muchas veces de la impaciencia, y generalmente de la pasión (no confundirse con el amor), no es otra cosa sino el dolor. Si enfocamos el problema matrimonial de una manera equivocada, el resultado se llama dolor, es cometer un error imperdonable.
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