Comenta la Biblia: “Tenía Labán dos hijas; una, la mayor, de nombre Lía; otra, la menor, de nombre Raquel. Lía era tierna de ojos, pero Raquel era de bella figura y de bello parecer. Amó Jacob a Raquel, y dijo a Labán: ‘Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor’”.
Según estos versículos, Jacob estaba realizando algo correcto, porque su amor lo llevaba a un matrimonio no violatorio para la Ley de Dios, sino al cumplimiento de los intereses de Israel.
¿Por qué esbozamos esta idea? ¿En qué nos apoyamos? Nos basamos en la Cábala judía, que dice que Israel es: IS = Isis, Dios-Madre; RA = Dios-Padre; EL = el Dios Oculto.
Veamos otro asunto de gran trascendencia: Los autores bíblicos resaltan con frecuencia el lado gozoso del amor al aconsejar a los jóvenes israelitas que se casen con mujeres de su propio pueblo y no con extranjeras. Como lo dice el autor de los Proverbios:
Proverbios, 5: 1-8, dice: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría, Y a mí inteligencia inclina tu oído, Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia. Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, Y su paladar es más blando que el aceite; Mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; Sus pasos conducen al Seol. Sus caminos son inestables; no los conocerás, Si no considerares el camino de vida. Ahora pues, hijos, oídme, Y no os apartéis de las razones de mi boca. Aleja de ella tu camino, Y no te acerques a la puerta de su casa”.
Estos versículos hacen un llamado ferviente de mantenernos alertas para no caer en el adulterio y en las promiscuas relaciones sexuales con diversas mujeres, diciéndole al varón la fascinación de la seducción de “la mujer extraña” (que no nos pertenece), porque en apariencia “destila miel” y con su diabólica belleza seduce. Si el varón es seducido por la belleza maligna de las “extraña”, luego tiene que comer los “frutos amargos” de esa fantasía, de esa mentira de la ilusión que nos llevará a la destrucción del hogar, de nuestra vida misma, deteniendo nuestro desarrollo espiritual.
Proverbios, 5:20, dice: “¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, Y abrazarás el seno de la extraña?”
Es una excelente pregunta, básica en el varón que tiene su hogar; recordándonos que el Señor Jehová dijo a Moisés para que diera a su pueblo el mandamiento: “No desearás la mujer de tu prójimo” (Éxodo, 20: 17).
Al no haber adulterio, coloca al varón y a la mujer, la pareja en sí misma gozar de sus anhelos sexuales dentro de su matrimonio, el cual debe ser como lo pide san Pablo:“Honroso”, “Sin mácula”; y para que el matrimonio posea estas virtudes, ninguno de los cónyuges, debe fornicar, o sea, no debe existir en sus relaciones, pérdida de las secreciones sexuales.
La Gnosis nos ha entregado un conocimiento superior sobre el sexo, y nos dice que el actual ser humano ha prostituido los órganos sexuales, y por eso se horroriza cuando conoce la majestad del sexo.
Ahora, en estos instantes, esta Asociación de Centros de Estudios Gnósticos, está haciendo conocer la divinidad del sexo, con la finalidad de que todos los seres humanos sin excepción de credo, raza, etc., etc., pongamos el pie en el peldaño que conduce a la liberación final.
Como quiera que todo es dual en nuestro planeta, todo tiene dos polos: Así como existe un conducto para la salida de nuestra simiente; existe otro de increción hormonal interno, y por medio de la Sabiduría Gnóstica aprendemos el sabio manejo de la energía creadora sexual; con ella nos damos vida a nosotros mismos, y la pareja se imanta mutuamente, conoce un amor superior y se prepara para un conocimiento divino desconocido para el fornicario y para los “burros” de producción.
Proverbios, 5: 15-19, dice: “Bebe el agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, Y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, Y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, Y alégrate con la mujer de tu juventud, Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te
satisfagan en todo tiempo, Y en su amor recréate siempre”.
Estos versículos la enseñanza que la pareja para alcanzar el gozo sexual debe practicar dentro de sus relaciones sexuales la más absoluta resolución de no derramar las secreciones sexuales. O sea, las “aguas de vida”, que son las “aguas de la cisterna”, o los “raudales de la cisterna”.
Estos versículos señalan claramente que no debemos desperdiciar nuestra simiente, por eso nos pregunta: “¿Quieres derramar fuera tus fuentes?” Y afirma rotundamente: “Tenlas para ti sólo”.
Incuestionablemente, los anteriores versículos nos invitan a cumplir con el principio Jehovístico de efectuar la cópula sin perder las “aguas de vida”, las “aguas sexuales”, la “semilla del hombre”, el semen.
Este es el Gran Misterio de la Unión Sexual entre los esposos: las relaciones sexuales en la vida cristiana deben efectuarse sin eyacular el semen.
Usted, amable lector (a), deberá decidirse por uno de estos dos caminos: con la eyaculación del semen, o con la transmutación de la sustancia semínica en energía creadora; con el vano placer eyaculatorio o con la realidad del amor; con la pérdida seminal o sin la pérdida del semen; con los mandatos de Dios, o con los de satán…
Esta técnica cristiana de la unión sexual sin pérdida seminal en el varón y sin orgasmo en la mujer, es lo que el Gnosticismo denomina Suprasexualidad. El Suprasexo es universal, se conoce en las doctrinas de Oriente y de Occidente. Pero la rechazan violentamente los pseudo-religiosos y los pseudo-científicos fornicarios , regresivos y retardatarios. Rechazar la Suprasexualidad es de hecho, pronunciarse contra la esencia de Dios…
La Biblia Cristiana da cuenta del sentimiento amoroso que surge en la pareja y en sus relaciones sexuales.
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