Hay una pregunta que la humanidad siempre se ha hecho: ¿Dónde están guardadas las magnificencias y las potestades de Dios en el ser humano? Escrito está con palabras de fuego en el libro de los esplendores que la potencia de Dios dentro del ser humano, no se encuentra en el cerebro ni en el corazón ni en ningún otro órgano del cuerpo, sino exclusivamente en los órganos sexuales, en el Phalo y en el Útero. Por lo tanto, en modo alguno podríamos desarrollar en nuestra constitución íntima los poderes divinos que nos eleva a ser “Hijos de Dios”, si cometiésemos el error de fornicar (eyacular el “Ens Seminis”) u odiar el sexo o adulterar. Por eso se nos ha informado con gran verdad que “Todo pecado será perdonado menos el pecado contra el mal uso o abuso del Sexo” (o sea, contra el Espíritu Santo)... Esto nos lleva a comprender lo vital, lo cardinal y lo definitivo que es no eyacular jamás en la vida la energía creadora contenida en el centro sexual.
“Incuestionablemente, el enlace de los sexos (masculino y femenino) en una cópula sin eyaculación del Esperma Sagrado, equivale a un acto sagrado para crear en su forma íntegra al Rey de la Creación; nos referimos al Hombre auténtico, no al “Animal Intelectual”, que hoy equivocadamente llamamos Hombre.
Martín Lutero denomina a los órganos sexuales las “Bonestissiamae et Prasteantissimae” partes corporis. Y estima sin duda alguna, que fue por la violación del sexto mandamiento “No Fornicar”, donde los miembros más útiles y honestos se convirtieron en lo más vergonzoso.
En el libro “El-Ktah”, obra portentosamente apreciada por los árabes, enaltece al coito; y lo presenta como "el himno de alabanza más magnífico y sagrado, el anhelo más noble del hombre y de su compañera tras la unidad primitiva y las delicias paradisíacas". El autor de la mencionada obra, un gran famoso teólogo, recalca el carácter sublime y divino del acto sexual; y toma un enfoque decisivo contra las naturalezas profanas y groseras que satisfacen en él únicamente su voluptuosidad animal, es decir, que lo utilizan para fornicar o eyacular el “Ens Seminis”. Y dice en relación a los fornicarios: "Estos no han comprendido ni visto que el amor es el Fiat Lux del "Libro de Moisés", el mandato divino, la Ley para todos los continentes, mares, mundos y espacios". Y en sus ulteriores explicaciones manifiesta "que en el fondo, la unión física de hombre y mujer es un acto sobrenatural, una reminiscencia paradisíaca, el más bello de todos los himnos de alabanza dirigidos por la criatura al Creador, el Alfa y Omega de toda la creación".
Para dejar la fornicación, un sujeto humano debe dominar las energías sexuales y consigue este fin, si domina en la sexualidad el principio eterno y creador, de esta forma pasa de la carencia de control sexual a la dominación de su dinamismo creador, que le permite fabricar el “Traje de Bodas” (el cual cita el Evangelio Crístico en el pasaje de “Las Fiestas de Bodas”), con el que se convierte en un Miembro Activo del Reino de los Cielos. No está de más siempre recordar que esta prodigiosa creación tiene como base la unión de las corrientes masculinas con las femeninas. Una sola fuerza ya sea la masculina, ya sea la femenina, no pueden jamás realizar esta operación sacrosanta.
Sólo cuando el hombre y la mujer, con el mínimo posible de movimientos, es decir, solo con los que son necesarios para el mantenimiento y prolongación del contacto amatorio, hacen de la unión sexual también una unión psíquica, entonces se logra que se carguen de electricidad los ganglios cerebro-espinales que se hallan ligados a la glándula pineal, las soberana del cuerpo, y además también al Plexo Solar (Plexus Coeliacus) con los numerosos plexos radiadores para el hígado, intestino, riñones y bazo. El abominable espasmo sexual es ciertamente un corto circuito que viene a descargarnos espantosamente; por ello debemos evitarlo siempre.
Al proceder así, se renuncia a la concupiscencia animal y se entra al mundo de la espiritualidad; que es el fundamento de la unión sexual entre el varón y la mujer cuando no derraman las secreciones sexuales; ahí de verdad, está la senda que nos conduce de las tinieblas a la luz, de la muerte a la inmortalidad.
Es ostensible la tremenda dificultad que presenta el estudio de la unión sexual sin eyacular la energía creadora del sexo; y no resulta nada fácil querer mostrar como "aprendible y visible" la cópula metafísica con el dominio de las más delicadas corrientes de nervios y las múltiples influencias subconscientes, infraconscientes e inconscientes sobre el ánimo.
Hablemos claro y sin rodeos: este tema de la cópula metafísica, es cuestión de experimentación íntima directa, algo demasiado personal. Por eso estamos de acuerdo con el Jeque Nefrani, que dice, poniendo en boca de un sabio estas palabras:
"La mujer es semejante a una fruta cuyo aroma se aspira primero cuando se toma por la mano. Si no se calienta por ejemplo con la mano la hierba de basilisco, no se nota su aroma. El ámbar despide su fragancia solo cuando se le calienta. Y esto bien lo sabes. Así mismo sucede con la mujer: Cuando quieras pasar al acto amoroso, debes primero calentar el corazón de ella con todos los preparativos del arte de amar, con besos, abrazos y suaves mordiscos. Si descuidáis esto, no te será deparado ningún goce completo, y todos los encantos de los enamorados quedarán ocultos para ti".
No son hormonas o vitaminas de patente lo que se necesita para la vida, sino el intercambio de las más selectas facultades afectivas, eróticas, entre el hombre y la mujer. En el ayer se rechazaba el sexo que se le calificaba como tabú o pecado; hoy día ya se alcanza a comprender que en el Lingam-Yoni se halla la clave de todo poder. Y así tenemos que de la mezcla inteligente del acto sexual con el éxtasis espiritual, surge como por encanto el despertar del Alma con todos sus poderes cognoscivos.
El Corán dice: "El coito es un acto hasta placentero a la religión, siempre que se realice con la invocación de Alá y con la propia mujer para la reproducción" (o mejor para no eyacular el Esperma, para reproducirnos psicológicamente mediante la creación de los Cuerpos Celestiales de san Pablo).
"Ve, toma por mujer una doncella a la que acaricies y te acaricie; no pases al coito sin haberte antes excitado por las caricias". "Vuestras esposas son para vosotros un labrantío. Id a él como os plazca, pero realizad antes algún acto de devoción. Amad a Dios y no olvidéis que un día os habréis de hallar en su presencia".
La base de la práctica sexual sin derramar sus secreciones sagradas es el “coitus reservatus”, en el cual el esperma que ha bajado del encéfalo hasta la región prostática (pero que no ha sido eyaculado) vuelve a su origen (su energía); es lo que se denomina hacer volver la sustancia (Huang- Tsing).
“Sean cualesquiera las objeciones que se formulen frente a la realidad de este retorno, no es menos cierto que los taoístas concibieron un dominio cerebral de los instintos elementales que mantenía el grado de excitación genésica por debajo del umbral de eyaculación”…
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