“HAY “YOES” MUY DIFÍCILES DE ELIMINAR; DEFECTOS
PSICOLÓGICOS TERRIBLES; “YOES QUE ESTÁN EN RELACIÓN CON LA LEY DEL KARMA;
CUANDO SE LLEGA A ESO, PARECE COMO SI NOS DETUVIÉRAMOS EN EL AVANCE; Y
OBVIAMENTE, QUE SÍ NOS DETENEMOS. PERO CON INFINITA PACIENCIA, AL FIN SE
CONSIGUE LA ELIMINACIÓN DE ESOS “YOES”…
La paciencia y
la serenidad son facultades extraordinarias o virtudes magníficas, necesarias
para avanzar por este camino de la transformación radical. En su libro
"Las Tres Montañas", el V. M. SAMAEL AUN WEOR, nos habla precisamente
de la paciencia y de la serenidad, en los siguientes términos
“Un día, estando en un Monasterio, un grupo de Hermanos aguardábamos
impacientemente al Abad, al Hierofante; mas éste tardaba, pasaban las horas y
éste tardaba, todos estaban preocupados. Había allí algunos Maestros, muy
respetabilísimos, pero llenos de impaciencia. Paseaban por el salón, iban y
venían, se jalaban el cabello, se jalaban las barbas, impacientes; yo
permanecía sereno, tranquilo, pacientemente aguardaba: únicamente me causaba
curiosidad estos hermanitos impacientes.”
“Al fin, después de varias horas se presentó el Maestro, y
dirigiéndose a todos les dijo: "A ustedes les faltan dos virtudes que este
hermano tiene"; y me señaló a mí. Luego, dirigiéndose a mí, me dijo:
"Dígale, usted, hermano, cuáles son esas dos virtudes". Entonces yo
me puse de pie y dije: "Hay que saber ser pacientes, hay que saber ser serenos"...
“Todos quedaron perplejos; enseguida el Maestro trajo una naranja,
que es símbolo de esperanza, y me la entregó aprobándome, quedé aprobado para
entrar a la Segunda Montaña, que es la de la Resurrección; los otros, los
impacientes, quedaron aplazados.”
“Se me citó después en otro Monasterio, para firmar algunos
papeles que tenía que firmar, y así lo hice; más tarde concurrí a ese
Monasterio, firmé los papeles y se me entregaron ciertas instrucciones
esotéricas; se me admitió en los estudios de la Segunda Montaña, y aquellos
compañeros a estas horas, todavía están luchando por lograr la paciencia y la
serenidad, pues no la tienen."
“Vean ustedes lo importante que es ser paciente y ser sereno. Así,
cuando uno está trabajando en la disolución del “Yo”, y por nada de la vida
consigue disolverlo porque se ha vuelto muy difícil (pues hay “Yoes” así, que
se relacionan con el Karma), no le queda a uno más
remedio que multiplicar la paciencia y la serenidad, hasta triunfar. Pero
muchos son impacientes, quieren eliminar tal o cual “Yo” de inmediato, sin
pagar el precio correspondiente, y eso es absurdo.
En el Trabajo sobre uno mismo, es
necesario multiplicar la paciencia hasta el infinito, y la serenidad hasta el
colmo de los colmos; quien no sabe tener paciencia, quien no sabe ser sereno,
fracasa en el camino esotérico.”
“Obsérvense ustedes en la vida práctica: ¿son pacientes, saben
permanecer serenos en el momento preciso? Si no tienen esas dos virtudes, pues
hay que trabajar para conseguirlas. ¿Cómo? Eliminando los “Yoes” de la
impaciencia y eliminando los “Yoes” de la falta de serenidad (los “Yoes” del
enojo, son los que no permiten la serenidad).
¿Qué es lo que buscamos nosotros a la larga con todo esto?
Cambiar, pero cambiar totalmente, porque así como estamos, incuestionablemente
lo único que hacemos es sufrir, amargarnos la vida. También cualquiera puede
hacernos sufrir a nosotros, basta que nos toquen una fibra del corazón para que
ya estemos sufriendo.
Si nos dicen una palabra dura, sufrimos; si nos dan unas
palmaditas en el hombro y nos dicen unas palabras dulces, nos alegramos; así
somos de débiles: no tenemos poder sobre nuestros procesos psicológicos,
cualquiera puede manejar nuestra psiquis.
¿Quieren ver ustedes a una persona enojada? Díganle una palabra
dura y la verán enojada, y si quieren verla contenta, denle una palmadita en el
hombro, díganle unas palabras dulces y ya cambiará, ya estará contenta. ¡Qué
fácil es, cualquiera juega con la psiquis de los demás; qué débiles somos!
Se trata, pues, de cambiar, de que todo esto que tenemos nosotros
de débiles sea eliminado; hasta nuestra misma identidad personal debe perderse
para nosotros mismos. Esto quiere decir que el cambio debe ser tan radical, que
hasta nuestra misma identidad personal (yo soy fulano de tal, etc.) debe
perderse para sí mismos; llegará el día en que no encontraremos nuestra misma
identidad personal. Si se trata de convertirnos en algo distinto, en algo
diferente, obviamente hasta la misma identidad personal debe perderse.
Necesitamos convertirnos en criaturas distintas, en criaturas
felices, en seres dichosos, pues tenemos derecho a la felicidad; pero si no nos
esforzamos, ¿cómo vamos a cambiar, de qué manera? ¡He allí lo grave!
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