miércoles, 12 de octubre de 2011


VISITA A SAN AGUSTIN (1ª. PARTE),
DEPARTAMENTO DEL HUILA,
REPÚBLICA DE COLOMBIA,
POR UN GRUPO DE ESTUDIOSOS
DE LA ANTROPOLOGÍA GNÓSTICA
DE LA ACEGAPC.  A. C.
CONTINUACIÓN  3 PARTE 




Las orejeras:
Símbolo del saber escuchar




Discurramos ahora sobre las orejeras, símbolo enigmático que aparece sutilmente en el fondo emblemático y antropológico de la mayoría de las esculturas de San Agustín, lo mismo que en las estelas de Copán, México, Perú, Bolivia, y tantas otras que encontramos en Oriente, que indican, con grandes pendientes como aretes, la necesidad de saber escuchar, de poner atención a la Sabiduría.
Una cosa es hablar y otra escuchar. Si no sabemos escuchar, no obtendremos el verdadero conocimiento. Pa­ra saber escuchar, se necesita estar alertas y vigilantes, estar conscientes, o sea, se necesita que haya un ple­no equilibrio entre el saber y el comprender, o entre el conocimiento y el Ser. Una cosa es escuchar y otra cosa es hablar. Educar la palabra es conveniente, pero se hace indispensable saber escuchar, poner atención a la ciencia de saber escuchar.
 El V. M. SAMAEL AUN WEOR, dice “Muy raros en verdad son los que saben escuchar. Por lo común, cuando alguien escucha no escucha, porque su “Yo”, su Ego, traduce todo lo que escucha a su propio lenguaje, a su propia idiosincrasia psicológica, dentro de su criterio y total, no escucha. La gente, para poder aprender a escuchar, debe ante todo despertar la Conciencia. ¿Cómo podría escuchar psicológicamente, alguien que tiene la Conciencia dormida? Para saber escuchar hay que estar presente, y me pregunto a mí mismo y pregunto a ustedes: ¿están seguros, los que están aquí, que a estas horas en que les platico, no deambulan por su casa, por su taller, o en el campo, o en algún lugar de sus afectos? Siempre vemos a las personas sentadas, aparentemente escuchando, pero, ¿cómo podría escuchar el que no está dentro de sí mismo?”
 “Por lo común, cuando uno habla de Gnosis, aquellos que aparentemente escuchan no escuchan, huyen despavoridos, van de aquí para allá y de allá para acá, viajan por la ciudad psicológica interior (recordemos que dentro de cada uno de nosotros hay un país psicológico, una ciudad psicológica. Una cosa es un lugar del mundo físico y otra cosa es el lugar psicológico donde nosotros estamos ubicados). Esos que están llenos de orgullo, de autosuficiencia; esos que están rellenos de teorías, ¿cree usted que se encuentran en el estado preciso para poder recibir la palabra (las Gnosis)?”
 “Ante todo, tenemos que reco­nocer nuestra propia nadidad y miseria interior, antes de poder recibir el alimento de la palabra, y no es posible recibir ese alimento si no sabemos escuchar. Miremos, por ejemplo, si antes hemos escuchado una palabra (y tal vez miles y hasta millones de veces), creemos que la hemos escuchado, pero en realidad de verdad no hemos escuchado esa palabra. Cualquier día de esos tantos, la volvemos a oír y nos “cae como si fuera nueva”. Pero si la hemos escuchado miles de veces, ¿por qué nos “cae como nueva”? Porque siempre la hemos escucha­do con la Conciencia dormida y un día cualquiera tuvi­mos la suerte de escucharla con la Conciencia des­pierta, y la oímos como algo nueva.
 “¡Vean ustedes cuán difícil es saber escuchar, vean uste­des cuán trabajoso es! Se necesita ante todo ser conscientes, si es que queremos saber escuchar”.
 En el budismo se dice que “nosotros debemos tener la "escudilla" del Buda hacia arriba para recibir la palabra”. Pero nosotros, en vez de hacer eso, colocamos la "escudilla" hacia abajo. Se necesitaría reconocer, pues, nuestra propia nadidad y miseria interior para que quedara en la "escudilla”  un lugar para la palabra. Pero, en tanto estemos llenos de sí mismos, ¿cómo po­dría la palabra entrar en nosotros? O en otros términos, ¿cómo podríamos aprender a escuchar desde el punto de vista psicológico? Porque saber escuchar físicamente, es cosa relativamente fácil, pero psicológicamente, ¡cuán difí­cil es saber escuchar!
  Hay que estar en actitud receptiva, con la "escudilla" ha­cia arriba aguardando la palabra o el alimento, pero si la "escudilla", hablando al estilo búdico, está hacia abajo, ¿cómo puede entrar el alimento en nosotros, cómo podríamos recibirlo, cómo podríamos escuchar la palabra que vivifica? Así pues, los oídos, psicológicamente, la forma en que es presentada en estas esculturas, indica el Verbo, la Palabra.
  Es muy interesante detenernos un momento en la estela donde encontramos, en el lugar del oído, una especie de signo, oculto para las miradas profanas y profanadoras. Esto en silencio nos dice que solo debemos escuchar las palabras que vivifican al Espíritu Intimo de cada uno de nosotros. Un ejemplo extraordinario de esta lección la encontramos en “Dialogo” de Platón, que dice:
¿Te has enterado, Sócrates...? 
-Un momento, amigo, interrumpió el filósofo. ¿Seguro que todo lo que vas a contarme es cierto? -No; pero me lo contaron otros. -Entonces no valdría la pena repetirlo, a menos que se tratara de algo bueno... ¿Satisface los criterios de la Bondad?  -No: todo lo contrario...-¡Ah! Y dime: ¿Es necesario que lo sepa yo para evitar el mal de otros? -Realmente No.
-Bien, en tal caso (concluyó Sócrates) olvidémoslo, ¡Hay en la vida tantas cosas que valen la pena! ¿Para qué molestarnos con algo tan despreciable, que ni es verdad, ni bueno, ni útil?
  Este símbolo de las orejeras nos indica que una de las cosas más difíciles es sabernos comunicar con la divinidad, con Dios. Entre nosotros, los seres humanos debe haber comunicación verbal, eso es obvio, pero existe un plano más profundo de comunicación, en el cual no hay únicamente comunicación verbal, sino comunión, donde ambos (usted y yo) nos encontramos en el mismo nivel, con la misma intensidad, con la misma plenitud. Es sólo entonces cuando hay comunión, que es algo mucho más importante que la mera comunicación verbal. Y si hablamos de algo más bien complejo para el mero entendimiento, que toca muy profundamente nuestra vida cotidiana, tiene que haber no sólo comunicación verbal, sino también comunión.
  En última síntesis, a través del Arte Regio los creadores de estas esfinges nos invitan a volvernos receptivo al Ser, y eso es lo fundamental. Para alcanzar tal resultado, la personalidad (que es todo aquello que nosotros hemos recibido por medio de la educación en la casa, en la escuela, en el medio cultural, religioso, es decir, eso que hemos adquirido) debe volverse cada vez más pasiva y recep­tiva a la palabra que viene de arriba, de lo alto; esa palabra viene a través de los Centros Superiores del Ser (el Emocional Superior y el Intelectual Superior) y llega. Pero si no somos receptivos, si no apren­demos a relajarnos, si nos olvidamos de sí mismos, ¿cómo podremos recibir los mensajes que vienen a tra­vés de los Centros Superiores del Ser? ¿De qué manera?
 El V. M. SAMAEL AUN WEOR, dice: “Los hermanos deben comprender esto: hay que ser un receptáculo, volvernos receptivos, aprender a recibir la palabra (las enseñanzas gnósticas), captar su honda significación (eso es funda­mental). Diariamente, debemos relajarnos y recordarnos a sí mismos, a nuestro propio Ser. Así avanzaremos triunfantes”.
  Hay también gentes que están muy llenas de sí mis­mas; esas gentes no quieren escuchar la palabra (no quieren escuchar la enseñanza gnóstica), no tienen un lugar vacío, un puestecito para nuestra palabra (para la Gnosis, para la Sabiduría). Están muy llenas de sí mismas: de sus engreimien­tos, de sus orgullos, de sus vanidades, de sus teo­rías, etc., y entonces la palabra (el conocimiento gnóstico) no tiene dónde entrar. ¿Dónde entraría, si esas gentes están llenas de sí mismas?” (Dogmas, creencias, artículos de fe inquebrantable, supuestos mentales, teorías, etc., etc.)
         “Recordemos aquélla tentación de Jesús, en el desierto, cuando Satán le decía: "Todos estos reinos del mundo te los entregaré si te arrodillas y me adoras" (he allí la tentación). Se le pedía a Jesús El Cristo que colocara la “escudilla” boca abajo, que no la colocara hacia arriba (para recibir la palabra interior que viene de lo alto), sino que la colocara hacia abajo para escuchar las cosas externas, para escuchar, pues, el mundo de los sentidos externos”.
         “De manera que Jesús no cayó. ¿Por qué el Gran Kabir no cayó? Porque Él estaba siempre alerta y vigilante, como el vigía en época de guerra, tenía la "escudilla" hacia arriba, no hacia abajo, estaba aguardando recibir la palabra. Pero si Él hubiera caído en tentación, es decir, si hubiera colocado la “escudilla” hacia abajo, habría escuchado palabras externas, cosas que vienen de afuera, cosas de mundo, no habría sido capaz de escuchar psicológicamente”.
            Sí, mis queridos hermanos, nosotros tenemos que volvernos cada vez más receptivos a la palabra (a la enseñanza gnóstica), debemos aprender a escuchar psicológicamente (cerrar nuestros oídos a las cosas frívolas del mundo, a las creencias). Mas repito: ¿cómo se podría escuchar si estamos fuera de casa (fuera de nuestro Templo Interior)?”
         “Hay necesidad de aprender a recordarse a sí mismo y relajar el cuerpo. Yo lo hago continuamen­te, todos los días: el recuerdo de mí mismo y relajarme el cuerpo, ya sea en una cama o donde sea. Eso es indis­pensable: ir día a día recordándonos cada vez más y más de sí mismos, es decir, de nuestro propio Ser. Por olvido del Ser, en realidad de verdad las gentes co­meten muchos errores y tienen tantas teorías equivocadas. Si Laplace (verbigracia), el gran astrónomo y matemático francés, no se hubiera olvidado de sí mismo, de su pro­pio Ser, no habría concebido jamás en su mente esa teoría (la famosa teoría de Laplace), esa teoría falsa, absurda, completamente absurda”.
  Si uno escucha, si aprende a escuchar en estado de alerta percepción, de alerta novedad, llega uno tam­bién a reconocer realmente, viene a descubrir, por tal motivo, que es un cuitado, un desnudo, miserable y hambriento. Queda, pues, un lugar vacío para que la palabra (la enseñanza gnóstica) pueda entrar allí. Pero mientras uno se sienta lleno, mientras se sienta engreído, mientras se sienta satisfecho con todos esos Egos, ¿cómo va a recibir la palabra, si no hay un lugar vacío dentro de la persona, para que la palabra pueda almacenarse allí?”.  

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